lunes, 15 de octubre de 2007
Momentos perdidos
Exactamente fueron 1012. Durante la mañana, en casa; observando cómo el Sol hacía su aparición mientras mi compañera de piso tomaba unos cereales con leche sentada en el sofá. Otra de mis compañeras aparecía por la puerta de la cocina, con el pelo revuelto y el pijama de flores azules. Mientras, las gotas de la niebla que tocaba la barandilla de la terraza, se deshacían como lágrimas tempranas. Una composición de ventanas abiertas y cerradas. Rayos de sol entrando por las rendijas de las persianas. Un plato, una cuchara y una taza en el fregadero. Termina la primera parte de la mañana. Salimos fuera, el humo del tubo de escape de un coche qua está intentando arrancar tras una noche fría a la intemperie. Los colores verdes, grises y rosas en el campus de la universidad, con los árboles inmensos de Belagua que aparecen como fantasmas entre la niebla. Un gusano cruzado en mitad del cemento gris. Hay un pájaro negro y blanco picoteando debajo de un pino detrás del edificio de comunicación. Las luces de la villavesa entrando en el puente de la calle Esquiroz. El agua de la fuente de Merindades atravesada por el sol, y ocultando una cortina de colores de flores y plantas. Una niña llorando en Carlos III, sentada en un banco. Tres mujeres mayores paseando al lado del quiosco de la plaza del Castillo. Unos extranjeros ojeando un mapa, con la catedral detrás. El portón trasero de la catedral. Y sus escalones. Unas macetas de jeranios tocadas por el sol debajo de una ventana, mientras la cañería que las sujeta se oculta tras la sombra. El blanco de la pared y el negro de las vigas en el puente del mesón del Caballo Blanco. Unos novios se ríen bajo el puente mientras un fotógrafo intenta pillar el momento adecuado. San Cristobal bañado en luz. Y las inumerables grúas que pintan los barrios de Pamplona. La textura arenosa de las piedra de la muralla. Pequeñas hierbas que se abren paso entre las tapias. Un árbol con historia, nudoso, rugoso, de cuento de hadas. Escaparates de nuevo en carlos III. Un pijama rojo y negro que parece un vestido con un velo. Una abuela que bosteza en un semáforo. Trabajadores fumando en la puerta del Corte Inglés. Escaleras que llevan abajo, con una luz verde y amarilla reflejada en la barandilla. El plástico transparente del neceser de trabajo. Eduardo mirando a cámara a diez centímetros de mí. Javi mirando a cámara, a diez metros de nosotros. Las teclas del terminal, sucias y negras. Una señora vestida de negro y collar de oro, observándose a sí misma en un televisor sin encender. Una familia de niñas con coletas, medias de lana y vestidos de pana. Sólo el niño llevaba mocasines y pantalones hasta la rodilla. Una mirada entre la gente del rubio de la planta, con la cabeza gacha y los ojos saltones, verdes de mar. El reloj del ordenador, marcando las diez de la noche. Un solitario en un banco en Sarasate, leyendo un libro. El reflejo del conductor de la villavesa en el espejo retrovisor. Una pareja besándose delante del Gallipot y unos chicos que andan por debajo del Pasaje de la Luna, hacia la luna. La humedad en la hierba de isleta de delante de casa. El reflejo de las farolas en la chapa de un coche gris. Mi ojo reflejado en el espejo del ascensor bajo la luz ténue de una bombilla. Los colores morados y negros de la colcha de mi cama. La luz de la luna matizada por la cortina de mi ventana.
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1 comentario:
Itziar:
Excelente trabajo.
Gracias por tu esfuerzo!
Te sugiero que enseñes tu texto a David, a ver qué le parece.
Sigue así,
Juan Cañada
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